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martes, 1 de febrero de 2011

"MATCH POINT", SET POINT

En general, el ritmo de producción de la mayoría de los realizadores es bastante desigual por factores que a veces tienen que ver más con la suerte que con el talento, aunque existen algunos cineastas de gran regularidad a la hora de hacer películas, que como las Olimpiadas celebran una cada cuatro años, o como el Europeo de baloncesto, cada dos, pero hay uno que es como los grandes torneos de la historia del tenis con una entrega por año.

Woody es realmente único y después de una larga carrera compitiendo en la moqueta de EE.UU. se decide a probar suerte en otra superficie y en terreno europeo, cambiando la cuna del jazz por la de la ópera, y ciertamente esta película suena diferente y despliega otro tipo de habilidades para los enfrentamientos dramáticos que parecen alejarse de la influyente escuela sueca de Bergman.

Dejando a un lado su potente destreza para ganarse la sonrisa del público, carga todo su juego en los reveses del destino y los golpes del azar, se toma el partido muy en serio, sitúa a Dostoievski como manager en la grada y cede la raqueta a un joven con un estilo más agresivo (realmente muy agresivo) que sabe emplearse físicamente cuando la situación lo requiere, pero que basa su estrategia en una técnica tan depurada como calculada, sin renunciar al juego sucio y a la de suerte de los campeones.

El ritmo de partido es el de las grandes citas, ganando en emoción en cada tanto y deseando ver la repetición de algunos memorables, con intercambio incesante de dilemas impactantes que sólo un ojo de halcón como el de Allen puede situar en la misma línea que divide lo bueno de lo excepcional, consagrándole, una vez más, en el Torneo de Maestros.

Trata de cuestiones que flotan en el aire sobre una red que no está destinada para protegernos de la caída en las tentaciones, sino como divisoria de dilemas morales (bien/mal, fidelidad/infidelidad, culpa/liberación) y existenciales (voluntad/destino, azar/necesidad, éxito/fracaso).Como el resto de esta crítica, que roza el spoiler y cae de su lado.


Woody ya había tratado alguno de estos temas, que dan tanto juego, en "Delitos y Faltas" a finales de los 80, alternando el drama y la comedia con su maestría de siempre y se nota que el director ha tenido reflejos a la hora de actualizarlos. En aquella, el protagonista es un hombre mayor (Martin Landau), de alta posición social, con una amante que empieza a poner en peligro su seguridad familiar y decide eliminarla. Vendría a ser el suegro acomodado de Match Point, que en este nuevo trabajo es simplemente uno más de los que aplauden los éxitos de este lobo sin escrúpulos con piel de cordero, una joven promesa de apariencia encantadora por la que merece la pena apostar.

Pero la mayor diferencia la encuentro en el final de ambos films: Landau ha superado sus conflictos morales, su culpa y desde un desencantado nihilismo contempla el fin del partido; mientras, Jonathan Rhys Meyers no está alegre, ha ganado, simplemente, un Set Point y lo sabe, su partido continúa y ya no domina el juego. Volverá a la misma oficina que le ahoga, a su rutinaria sexualidad, con un hijo que deseaba sólo su mujer y que le recordará irremediablemente al otro, y por ende, a su verdadera pasión, posiblemente junto con algo mucho más asfixiante: el sentimiento de culpa.

Quizás no lo pretendiera Allen, pero su atrevido jugador de tenis después de ganar el Tie-Break, la Muerte súbita, se ha convertido en la pelota. Los que están contentos, ríen y celebran una victoria, mayor de lo que ellos se imaginan, son sus engañados suegros, mujer y cuñados que le han permitido convertirse en lo que ahora es: un padre de familia tradicional burguesa, respetable y preparado para garantizar la continuidad del imperio familiar y los privilegios económicos y culturales de su status social. Los que han perdido, y lo han perdido todo, son su amante y el hijo que llevaba en sus entrañas, aspirantes a nada, perdedores, pero capaces de estimular la naturaleza más vital del protagonista.

A un lado de la pista de juego, el pequeño apartamento de los suburbios de Londres y al otro, el lujoso loft del centro, en medio un abismo y una ventana (la red) a la que se asoma una pelota vacía con mirada perdida, que se encuentra caída del lado de los "triunfadores".

3 comentarios:

  1. Ja,ja,muy ingeniosa la forma en que has escrito la "crítica-partido" de la peli de Woody.
    A mi me resultó intensa e impactante en algunos momentos.No te deja indiferente y una vez vista te lleva a pensar sobre esos dilemas morales de los que tan bien has escrito.

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  2. Gran resúmen del partido Txusfin.

    Una estupenda cinta sobre la elección (cuantas películas nos hablan de ello últimamente..), sobre lo que queremos o lo que se espera de nosotros. Si, podemos ganar un set aún sabiendo que tenemos perdido el partido.

    Un saludo!

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  3. @Anónimo

    Muchas gracias, tengo que reconocer que disfruté jugando con este encuentro o desencuentro de tenis que nos propone Woody como metáfora de la ambición desmedida y el azar, pero saber que te ha gustado el resultado y que podamos intercambiar comentarios, me alegra mucho más.

    Estoy de acuerdo, es de lo más incisivo y estimulante del Allen de los últimos años, en los que parece más relajado en historias de menor calado y disfrutando de unas pagadas vacaciones por una Europa que le adora.

    No siempre podré mantener el mismo nivel de juego, pero tendrás entradas gratis siempre que te apetezca pasar por aquí, un saludo!

    @Syrio

    Muchas gracias Syrio, ahora que lo dices, es verdad que el tema de la “elección” es, en sí mismo, una elección recurrente en el cine reciente. De hecho ayer escribía sobre “Cómo entrenar a tu dragón”, una película familiar que me ha sorprendido, y que también pivota en su mismo centro, sobre lo difícil que es tomar ciertas decisiones y más aún, en un momento de la vida en que te encuentras atrapado entre el niño que no has dejado de ser y el adulto que aún no eres. Pero bueno, esta es otra historia que espero poder compartir dentro de poco.

    Allen tampoco ha perdido ese “niño” ingenioso y juguetón que todos llevamos dentro y que tanto nos divierte, pero cuando se pone serio da que pensar.

    Un saludo y hasta el próximo encuentro!

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