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domingo, 16 de enero de 2011

NEWGRANGE, LA PRIMERA SALA DE PROYECCION CONSTRUIDA POR EL HOMBRE


Irlanda, año 3210a.C., en el Condado de Meath, sobre una colina que domina el Valle del río Boyne, se están repasando los últimos detalles en torno al edificio que alberga las nuevas salas para eventos ceremoniales. Se han empleado muchos recursos, tiempo y esfuerzo en su construcción, los conocimientos más avanzados en su diseño y presenta las últimas novedades tecnológicas. Han sido invitados para su estreno las máximas autoridades, los actores iniciados y el director de la ceremonia.

En la entrada y en las paredes exteriores se han colocado unos murales en los que se anuncian imágenes que forman parte del espectáculo que se podrá ver dentro. Se abre la puerta y van avanzando con tenues luces por el largo pasillo flanqueado por muros con escenas grabadas y terminan acomodándose en la oscuridad de las salas en torno a la cámara central. Fuera se han congregado el resto de la comunidad que ha colaborado en la construcción del edificio y que esperan nerviosos el acontecimiento.

Se apagan las luces, son las 9:54 h. del 21 de diciembre, es la mañana del solsticio de invierno; el sol se eleva sobre el horizonte y el maestro de ceremonias dirige unas palabras a los espectadores mientras abre una pequeña ventana colocada por encima de la puerta de entrada, dando comienzo a la proyección. A las 9:58 h. los rayos solares penetran en el interior y a los 6 minutos alcanzan una  máxima anchura de unos 17 cm. deslizándose por el suelo del pasillo, reflejándose hasta alcanzar a iluminar las pantallas de las cámaras situadas a unos 22 m. de la entrada y animando las secuencias de dinámicas formas geométricas grabadas en ellas. A las 10:04 h. la proyección directa se va apagando y termina a las 10:15 h.

Es fácil imaginar una escena como esta, más propia de un corto de 19 minutos que de una película, y que hoy día se recrea con luz artificial a lo largo de todo el año para disfrute de turistas, pero es imposible acertar como pudo ser realmente aquella primera vez y qué fue lo que impulsó a esas gentes a unir sus fuerzas para erigir semejante monumento. Incluso es posible que la entrada estuviera cerrada por un bloque de piedra y que no hubiera ningún espectador en su interior en el momento del paso de la luz, quizás reservado sólo a los muertos.                                                                                       
Lo que parece seguro es que daban importancia al acontecimiento anual, pues tamaño esfuerzo constructivo sólo permitía disfrutar de la proyección unos cinco días al año, en torno al solsticio de invierno, y en esas fechas y latitudes tampoco estaba garantizada que la salida del sol fuera visible, con lo cual es muy probable que se dieran periodos anuales sin el fenómeno arqueoastronómico.
Pero es de suponer que el éxito de la obra en su conjunto estaría garantizado más allá de las circunstancias metereológicas, y que su valor simbólico era resultado de la suma de distintos aspectos económico-culturales, en torno a la organización de territorios y a la celebración de ciertas ceremonias de cohesión social en torno al monumento, y no sólo de un fenómeno en particular, por muy impresionante que fuese.

Newgrange es un imponente monumento megalítico descubierto a finales del S.XVII, de más de 80 m. de diámetro, bordeado por 97 losas de piedra y un muro formado por piedras de cuarzo blanco y granito, que responde a las características de un túmulo de corredor con cámara cruciforme, en cuya cámara central se alza una cubierta de falsa bóveda de unos 6 m. de altura. Los dos ábsides laterales y el posterior albergan cada uno en su interior un gran cuenco de piedra, dentro de los cuales se encontraron restos de unos cinco individuos que fueron incinerados previamente en el exterior. Fue excavada y reconstruida por Michael J. O´kelly desde principios de los 60 hasta mediados de los 70 y uno de los aspectos que la hacen única es la existencia de esa cámara de cubierta sobre el corredor, que cuenta con dos cubos de cuarcita a modo de puertas, y que permite, una vez abierta, que los rayos del día más corto del año se proyecten en el interior de la construcción. Entre las 25 tumbas que componen el complejo megalítico de la “Curva del Boyne” hay otros dos túmulos, Dowth y Knowth, que compiten en tamaño y decoración con Newgrange, pero carecen de su peculiar dispositivo de iluminación.

No se sabe exactamente quienes fueron sus constructores y aunque este monumento se sitúe cronológicamente en un contexto neolítico de producción agrícola-ganadera, los inicios del megalitismo podrían haber tenido lugar en sociedades cazadoras-recolectoras que vieron incrementar su población y su tendencia al sedentarismo, gracias a un mejor aprovechamiento de los grandes recursos que ofrecían los ecosistemas costeros atlánticos. Pudo existir una herencia paleolítica animista en torno a la madre tierra en el interior de las cuevas naturales, que se funde con las nuevas creencias paganas del culto a los ciclos generadores del sol, la luna y de la fertilidad de la tierra, que trajo consigo la revolución neolítica. Al fin y al cabo, este túmulo se puede interpretar como una cueva y, de hecho, la persona que la descubrió la consideró como tal sin darse cuenta de su verdadera naturaleza.

Tampoco queda claro cual fue su propósito primordial, ni los cambios o coincidencias que debió experimentar su uso con las distintas oleadas de nuevos pobladores. Observatorio astronómico, calendario agrícola, templo de la unión simbólica de las fuerzas generadoras de vida: el sol y la tierra en el día en que un año muere para nacer uno nuevo, tumba de personajes importantes entregados primero al fuego y luego a la luz solar, en el interior de la madre tierra en ritos funerarios de renacimiento a la otra vida… quien sabe. Lo que es seguro es que para la construcción de los edificios más colosales fue necesaria una importante organización social-territorial y un cuerpo de creencias comunes, capaz de garantizar los recursos necesarios y de aglutinar los suficientes efectivos durante largos periodos de tiempo, que daría como resultado un elemento definitorio que serviría como demarcación ancestral del territorio y advertencia de su poder frente a otros pueblos invasores.

Las manifestaciones artísticas en forma de grabados se pueden localizar en las grandes piedras que se encuentran frente a la entrada y en las del perímetro del túmulo, así como en las paredes, suelos y techos del corredor y en las distintas cámaras. Los motivos más frecuentes son las formas espirales, romboidales, círculos y zigzag, siendo el más famoso el de la triple espiral. Elementos dinámicos, dispuestos de forma concéntrica o en oleadas, vinculados al sol, a sus movimientos y a los ciclos de generación y degeneración de la vida.

Todo en Newgrange está cargado de simbolismo, y como la triple espiral iluminada en lo más profundo de su interior la mañana del solsticio de invierno, reúne en su centro una triple muerte y un triple nacimiento: el de un nuevo día, el de un nuevo año y el de una nueva forma de ver el mundo... un poco más precinematográfica.

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