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viernes, 29 de octubre de 2010

LA PRIMERA SECUENCIA GRABADA EN LA TIERRA




Millones de años separan la que fuera la primera pisada impresa en la tierra del antepasado bípedo del hombre, descendido de las seguras ramas del árbol, de la huella que dejó marcada el astronauta Neil Armstrong en la Luna después de bajar por los peldaños de la escalera del módulo espacial Apolo11. En el transcurso de todo ese tiempo, la evolución humana, tanto biológica como cultural, ha ido grabando en distintos formatos un rastro por las más variadas superficies y registrando los cambios en las secuencias de nuestros genes en lo más profundo de nuestra naturaleza, describiendo una trayectoria y escribiendo un guión “de película” que humildemente pretende seguir este blog, contagiándose en su desarrollo de la paciencia y curiosidad que debió animarla, aunque seguramente no alcanzará su mismo éxito.

Tal como ocurre hoy día con la mayoría de especies de simios, es de suponer que algún primate prehistórico aventurero o accidentado de nuestro linaje evolutivo tuviera que desplazarse eventualmente por el suelo sobre sus cuatro extremidades hasta alcanzar un nuevo tronco, pero estudios recientes parecen demostrar que antes de abandonar definitivamente las alturas de la selva nuestros antepasados directos ya eran bípedos, lo cual, entre otras ventajas, les concedió mayor libertad a sus manos para poder manipular mejor el medio que les rodeaba y dejar un nuevo tipo de huella, más intencional y utilitaria en los instrumentos que manipulaba. Además les sirvió, junto con la pérdida de pelo, para desarrollar la caza por persistencia a largas distancias y una mayor altura de miras que les permitió alcanzar y vislumbrar en la sabana un mayor horizonte de posibilidades.

En 1976 Mary Leakey descubrió en Laetoli la más antigua secuencia de pisadas grabadas en la tierra hallada hasta el momento, atribuida a tres australophitecus bípedos de hace 3,5 millones de años, contemporáneos de la famosa Lucy, que parecen abrir camino en África a las distintas migraciones y diseños evolutivos que competirán en una larga carrera por la supervivencia, en la que al final sólo podrá quedar uno.
Su rastro lo volvemos a encontrar en las huellas aparecidas en Ileret (Kenia) con una antigüedad de aproximadamente 1.5 millones de años pertenecientes ya al género homo, y así podríamos continuar rastreándolo, una vez iniciado el viaje del homo sapiens moderno fuera de África, por las cenizas del volcán Toba que alcanzaron la India, en los lodos del lago Xolotlán en América y Mungo en Australia o en las cuevas del área Franco-Cantabrica, siguiendo las marcas dejadas en su caminar por un niño que a la luz de su antorcha se adentró en la cueva Chauvet hace unos 29.000 años, y que quizás pudo contemplar las maravillosas pinturas que animan sus paredes.
Porque el hombre había añadido ya a la huella física de sus pisadas en el suelo, fruto de su paso y movimiento por la tierra, la huella simbólica de sus manos y pies en las paredes de cuevas y abrigos, que nos permitirá seguir el rastro de las inquietudes y proyecciones emergentes de su mente a través de sus representaciones artísticas.

En estos momentos en que se habla tanto de globalización, vivimos inmersos en la incertidumbre, porque aunque dominemos por completo la geografía del planeta, no sabemos de nuevo hacia donde se dirige el ser humano: hay miedo a la crisis económica, inquietud ante el cambio climático, preocupación ante el agotamiento de los recursos naturales, desconfianza interracial e intercultural y una creciente falta de referentes éticos e ideológicos.

Me pregunto que motivaría al pequeño grupo de antepasados de esta humanidad actual, a abandonar el continente Africano hace aproximadamente 70.000 años y lograr habitar todos los rincones de la tierra; quizás les empujarían la escasez de recursos o factores ambientales similares a los actuales o quizás no, pero lo que es seguro es que se enfrentaron a un viaje hacia lo desconocido con una determinación y cohesión social admirables y sin tantos medios tecnológicos como poseemos ahora. Lentamente vamos descubriendo algunas páginas sueltas del guión de esta gran aventura humana que van desenterrando e interpretando arqueólogos, antropólogos e historiadores, investigando en grupos interdisciplinares cada vez más complejos, mientras los artistas de todos los tiempos ilustraban las hojas del diario de sus rutas y nos dejaban pistas para encontrarnos a nosotros mismos.

La primera globalización tubo que ser, por tanto, necesariamente geográfica: la ocupación física del mundo por un grupo de partida muy reducido, apenas unos cientos de individuos, que en su deambular por el planeta durante un largo periodo de tiempo dejaron las mismas huellas de pies desnudos, para luego ir vistiéndolos según las distintas necesidades adaptativas e ir generando una gran diversidad de modos de calzar, reflejo de una creciente divergencia cultural por el paulatino aislamiento de las poblaciones.
Es seguro que se producirían contactos entre algunas de ellas antes de que el hombre llegara hasta el límite de los distintos territorios continentales, pero es en ese justo momento, en el que ya no queda más tierra firme por habitar, cuando daría comienzo una segunda globalización: un reencuentro, una especie de desandar el camino, ahora de doble sentido y en múltiples direcciones, desde las rutas prehistóricas, hasta las calzadas romanas, desde la Ruta de la Seda, hasta la búsqueda del Dorado, junto con el auge de las grandes expediciones a partir del siglo XVIII, y que culminará con el salto tecnológico que supone la revolución industrial, facilitando el intercambio casi inmediato de información, acortando las distancias físicas y acabando por enfrentar a todos los descendientes de aquellos pioneros africanos en distintas fases de desarrollo tecnológico.

Hoy día, aún podemos encontrar comunidades que caminan con los pies descalzos, pero no sería extraño encontrar junto a sus pisadas una variedad de marcas en el suelo directamente proporcional a las marcas comerciales de botas y deportivas, que se repiten a lo largo de todos los países de mundo como prueba de una tendencia convergente de los modelos estéticos dominantes, que han tenido en el cine y sus derivados audiovisuales su medio de transmisión más popular e influyente. De hecho la primera vez que el hombre pisó la luna fue una de las retransmisiones planetarias con más audiencia de la historia, en la que todo el mundo pudo escuchar la famosa frase de Armstrong: “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad” y dejar su huella en el suelo lunar como una continuación de Hollywood Boulevard, donde los actores y actrices más famosos graban las de sus zapatos.


Si hiciéramos un montaje con las secuencias de las pisadas rodadas por todo tipo de cámaras y se proyectara, podríamos ver la película de los pasos que nos han traído hasta aquí, justo hasta donde estamos nosotros ahora, un momento en el que no sabemos cual es el siguiente paso a dar. Y eso que el cine se ha esforzado en mostrar un amplio abanico de posibilidades, ya que no sólo se ha dedicado a registrar de forma documental los hallazgos científicos, sino que también ha recreado la evolución humana y sus posibles destinos desde la ficción, en films como “2001” donde se nos sugiere que para encontrar las huellas del futuro quizás debamos elevar la vista del suelo y mirar al cielo.  
Ya se empieza a hablar de la posibilidad de un vuelo tripulado a Marte y es posible que cuando todos nos sintamos realmente una aldea global, seamos capaces de dejar nuestra huella en otro planeta e iniciar la primera “universalización”, porque en la inmensidad del universo, los actuales siete mil millones de habitantes de la Tierra, somos un grupo humano tan insignificante como lo fue en su día, el de esos pocos centenares de nuestros antepasados que dieron vueltas por el mundo hasta reencontrarse; y quien nos dice que en ese futuro viaje por las mismas estrellas que nos guiaron por tierra y por mar en el pasado, no podamos toparnos con unas huellas distintas a las nuestras y dar lugar a la segunda.

2 comentarios:

  1. Preciosa introducción que nos lleva al principio principio de todo y que nos hace recapacitar sobre el pasado y sobre el futuro.Muy original relacionar éste tema con el cine.Un punto de vista curioso y elegante.

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  2. Muchas gracias por tu comentario.

    Me alegro que te haya gustado este pequeño despliegue panorámico. La idea era esa: intentar presentar una introducción amplia, abierta y dinámica, ya que el tema de la evolución es, por su propia naturaleza, escurridizo, y que mejor medio para poder seguir su continuo desarrollo que el cine, un arte en movimiento. Es más difícil describirlo en unas pocas líneas, pero comentarios como el tuyo, animan a seguir esforzándose.

    Un saludo.

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